Es imposible estudiar los registros de Jesús sin notar cuán frecuentemente Él se retiraba a las montañas. En medio de la soledad de su fuerza silenciosa, Él parecía respirar la atmósfera de los tiempos, y entrar en comunión con Su Padre en una medida especial. Es igualmente imposible en dicho estudio el no notar Su lealtad a los valles, y a los lugares donde los hombres se reunían en multitudes. Sería muy cierto afirmar eso. Él amaba las montañas, pero vivió la mayor parte de Su vida pública en los valles.