Desde las columnas de Melody Maker, The Wire, Spin, Rolling Stone, y en cada uno de sus libros publicados, Simon Reynolds se propuso deconstruir el discurso del pop sometiéndolo a una disección ideológica que sin embargo no le ha impedido abandonarse a sus placeres. Su mayor logro deconstructivo es haber eludido las dos grandes metodologías analíticas de la crítica de rock -el "lirocentrismo" y la interpretación sociológica- para focalizarse en la materialidad sonora y considerar las políticas del sonido implicadas en las distintas estrategias compositivas del pop. La suspensión del lenguaje en el noise, las regresiones oceánico-místicas del acid-rock, la preponderancia de la tríada timbre/textura/cromatismo por sobre la melodía y el mensaje en el post-rock y la música electrónica conforman un continuum psicodélico que recorre la historia del pop y que manifiesta la fascinación de Reynolds por las cualidades extáticas de la música, su potencia alucinatoria de disolución del ego y de las estructuras de poder que se alojan en la mente.