El consumo de enervantes ha aumentado, particularmente en naciones occidentales donde, según cifras, 30% de la población adulta alguna vez ha utilizado alucinógenos. Los informes sobre el consumo de estupefacientes son imprecisos, se ha mantenido una actitud irresponsable de parte de las autoridades. Los gobiernos simulan la intención de acabar con este flagelo mediante campañas insulsas y represiones ilógicas. Impera una política criminal absurda por un lado, en muchos países se permite el uso de todo tipo de alcaloides, empero se prohíbe su producción y comercialización, situación paradójica e inexplicable; y por otro, en México recién se aprobaron leyes que especifican la cantidad de droga que puede transportar consigo o consumir un individuo, sin que implique un ilícito. La violencia derivada del tráfico de enervantes ha incrementado de modo considerable, específicamente en nuestro país, donde están inmiscuidos, en su mayoría, representantes del poder. Los principales capos, en realidad, son personajes de cuello blanco, industriales, comerciantes, banqueros y estadistas de alto nivel, quienes bajo ningún concepto aprueban la despenalización de las drogas, se resisten a que exista un marco legal, tal como se presenta en el tabaco y alcohol. En esta obra se lleva a cabo un análisis objetivo, profundo y realista sobre el tópico de los fármacos, razonamientos que en absoluto agradan a las altas cúpulas gubernamentales, que, insistimos, son las que con mayor ahínco se oponen a su legalizaciónn
