Después de más de dos décadas viviendo aquí, la ciudad y yo somos uno, y estaremos juntos en las buenas y en las malas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe. Aunque quizá algún día me vaya a vivir a otra parte del planeta, la ciudad de México, sin duda, vendrá conmigo. Tal vez logre salir con vida de ella, pero sé que nadie puede salir vivo de la vida. Sólo me queda decir mis últimas palabras; viva la muerte