Nancy Kilpatrick desarrolla y ensambla un conjunto de imágenes e ideas cuya resolución va más allá de la clarificación de un enigma o un simple desenlace, rasgo fundamental de una buena literatura de horror, porque el miedo se diluye cuando el misterio ya no existe y lo desconocido se vuelve conocido donde el lector piensa que el vampiro es sólo un vampiro.