Al leer a Borges donde dice de los metafísicos de Tlon que “no buscan la verdad; ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica” me parece ver detrás de esas líneas la causa del afecto que le guardó a Chesterton: su sed de milagros. Sólo que el escritor inglés procedía al revés: cuando escribía literatura fantástica, Chesterton estaba haciendo metafísica. No buscaba, entonces, el asombro: se daba de bruces con él al besar la barca de su escritura las playas de la Verdad. Y la encontraba tan asombrosa como los milagros, de los que decía que lo más asombroso… es que ocurren.