Ghandi era jovial, poseedor de un fino humor, infantil, refrescante y frecuentemente encantador. Los defectos de Ghandi palidecen ante sus grandes virtudes e ideales; los hubo, es cierto, y algunos incluso lamentables, pero ellos no le restan valor a su admirable labor, a su grandiosa lucha en favor de la paz y del amor universal. En muchos sentidos, Ghandi era un yogui de la acción (karma yogui), aunque no poseía la absoluta paz mental y emocional del yogui. Su libro preferido era el Bhagavad-Gita y enseño una gran verdad al mundo: que el camino de la no violencia es el camino de la rectitud, el único que el hombre justo y honesto debe recorrer. Como todos los hombres destacados y trascendentales, su personalidad tenía dos marcadas facetas: por una parte, era bondadoso y tolerante y por otra era adusto y exigente. Alguien dijo que todo hombre importante lleva un demonio dentro y puede ser; pero lo esencial es transmutar ese demonio en ángel para los demás y definitivamente Gandhi lo hizo. Comprendió que el hombre debe observar la Ahimsa (no violencia), la Sambhava (igualdad) y la Aparigraha (no posesión), únicamente sujetándose a tales principios le es dado llegar a Dios. Respetaba cualquier credo o religión, siempre que indicase la pureza y condujese a la divinidad. Ramiro Calle.