En Movimiento perpetuo Monterroso se burla de todas nuestras pretensiones, pero lo hace de un modo tan fascinantemente sutil que la impresión final no es de acritud sino de piedad y cortesía.
Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceros, para mejorar su experiencia de navegación. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Más información