Existen otros mundos y están habitados. No se encuentra más allá del cielo, sino ahí muy dentro del ojo, en la textura de una voz que tiembla o de un recuerdo dudoso. Samanta Schwebelin es la implacable cazadora de sucesos que solo pueden revelarse en sus historias, donde se cavan pozos inexplicables, se comen pájaros para vivir, se encuentra a un hombre sirena y es posible invertir el curso de una gestación. Lejos del artificio o de la mera recreación de los rumbos clásicos del cuento, Samantha perforan los hoyos negros de la conciencia con una prosa de esta actitud quirúrgica. Ahí donde está lo que decidimos no ver y donde bestias agazapadas nos aguardan: nadie puede sentirse seguro en los cuentos de este libro. En estas páginas el tiempo es tangible y manipulable, como la desesperación y la soledad y las ilusiones de sus personajes. Las situaciones que narra se acomodan en el alma humana como el lugar al que pertenece, precisamente por su radical belleza. Constamos el poder siniestro de desear algo y el espanto de ver que un destino se nos desvanece en un instante. Samantha es una narradora genial y el universo conspira en ella.
