El alcoholismo y la drogadicción se han convertido en verdaderas epidemias, son como un cáncer social que se extiende con su metástasis por toda la civilización occidental, golpeando con especial fuerza a los jóvenes. Para la iglesi, el toxicodependiente, carente de salud física y mental, de amor, de comprensión, de saber, de libertad, entra en la categoría de nuevos necesitados, Por otra parte, además de la recuperación, urge una labor de prevención en la familia, en la comunidad, en la escuela, en la universidad.