El pasillo, con sus puertas de diversos colores y la suave iluminación, podría haber sido alegre y pacífico, pero no lo era. El silencio resultaba un tanto amenazador y, además, no había modo de distinguir de dónde procedía la luz. No obstante, yo adoraba ese lugar y también la idea de que tras las puertas soñaba un alma y que todas las personas del mundo estaban conectadas entre sí a través de esa especie de laberinto. Era un lugar mágico, misterioso y peligroso.n