ENQUIRIDION

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Editorial:
INDEPENDENTLY PUBLISHED
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979-8-3683-2535-4
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GENÉRICA
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El filósofo estoico Epicteto destila en este manual de vida, publicado en el año 125, las claves de una existencia plena. Su influencia llegó hasta el mismo Marco Aurelio. Esta edición traducida del griego por José Ortiz y Sanz adopta el estilo minimalista y directo propio del estoicismo.

Epicteto vivió parte de su vida como esclavo en Roma. Sus enseñanzas se conservan en esta sucinta obra, transcrita por su discípulo Flavio Arriano alrededor del año 108 d. C.

La filosofía de Epicteto es intensamente práctica. Dirige a sus alumnos a centrar la atención en sus opiniones, ansiedades, pasiones y deseos, para que “nunca dejen de obtener lo que desean ni caigan en lo que evitan”. La verdadera educación consiste en aprender a distinguir lo que es nuestro de lo que no nos pertenece, y en aprender a asentir o disentir correctamente de las impresiones externas. El propósito de sus enseñanzas era hacer a las personas libres y felices.

Epicteto nació en el año 55 en el actual sudoeste de Turquía. En su infancia llegó a Roma como esclavo del liberto Epafrodito, que a su vez había servido como secretario del emperador Nerón. Alrededor del año 93 fue exiliado, junto con los restantes filósofos residentes en Roma, por el emperador Domiciano. Se trasladó a Nicópolis, en el noroeste griego, donde abrió su propia escuela, adonde concurrieron numerosos patricios romanos. Entre ellos se contaba Flavio Arriano, que llegaría a ser un respetado historiador y conservaría el texto de las enseñanzas de su maestro en Enquiridión. La fama de Epicteto fue grande, mereciendo más respeto en vida del que había gozado Platón.

Epicteto fundó su escuela en Nicópolis, a la que se dedicó plenamente, pues él, a imitación de Sócrates, no escribió nada. Las enseñanzas de Epicteto tenían su base en las obras de los antiguos estoicos. Los textos que se conservan tratan casi exclusivamente de ética y describen que el papel del filósofo y maestro estoico consistiría en vivir y predicar la vida contemplativa, centrada en la noción de eudaimonía (felicidad). La eudaimonía, según la doctrina estoica, sería un producto de la virtud, definida mediante la vida acorde a la razón. Además del autoconocimiento, la virtud de la razón estoica consiste en la ataraxia (imperturbabilidad), apatía (desapasionamiento) y las eupatías (buenos sentimientos). El conocimiento de la propia naturaleza permitiría discernir aquello que el cuerpo y la vida en común exigen del individuo; la virtud consiste en no guiarse por las apariencias de las cosas, sino en guiarse para todo acto por la motivación de actuar racional y benevolentemente, y, sobre todo, aceptando el destino individual tal como ha sido predeterminado por Dios.

Uno de los puntos en los que Epicteto hace más hincapié es en la idea de que el estudio de la filosofía “no es un fin en sí mismo, sino un medio necesario para aprender a vivir conforme a la naturaleza”. Epicteto confía en que sus discípulos aprendan por encima de todo, a comportarse de acuerdo con los principios que estudian, es decir, distinguiendo lo que depende del albedrío de lo que no depende de él, y actuando en consecuencia, preocupándose por lo primero y despreciando lo segundo.

Epicteto propuso dos modelos: Sócrates y Diógenes. Para él, estos dos personajes representan el modelo del sabio estoico, conocedor de la verdad, imperturbable, siempre acertado en sus juicios y sus comportamientos, modelos que Epicteto se consideró incapaz de alcanzar y que difícilmente alcanzarían sus discípulos.

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